El futbol es, según dicen, un juego de momentos. Cada equipo tiene que saber capitalizar los momentos en los cuales ejerce dominio de pelota y situaciones. Y el equipo que sea capaz de aprovechar esos momentos de mejor manera tiene, de seguro, grandes chances para ganar el partido.
Los Pibes Corvina tuvimos nuestros momentos, e intentamos que el rival no tuviera los propios y esa fue una de las causas por las cuales ganamos por 2 a 1 en la segunda fecha. El partido no fue sencillo, pero encontramos la forma de vencer el cerrojo defensivo que nos planteó el rival.
El primer tiempo arrancó con dominio del equipo Corvinero. Con control de pelota y campo, pero sin llegar a traducir esos dominios en situaciones de peligro. Con el control del partido en sus inicios, y con la ausecia del goleador de Tapiales Locas, tuvimos la sensación de que el rival no nos iba a lastimar. Una sensación equivocada porque a los 20 minutos Tapiales nos ganaba 1 a 0. El gol fue producto de un penal inventado por el juez (De pésima actuación) que Ferreyra no pudo detener para hacer justicia.
Ellos aprovecharon su momento. Ahora restaba saber si nosotros íbamos a ser capaces de generar los propios para capitalizarlos luego.
Durante el primer tiempo intentamos presionar al rival para que no traspasara la mitad de cancha y de esa manera le acortamos los caminos hacia nuestro arco. Y de esa forma, con presión y trabajo defensivo de todos los jugadores, logramos mantener alejado el peligro de nuestra valla. Pero caimos en nuestra propia trampa, al acortar los espacios de los rivales también acortamos los nuestros. Porque para ganar el partido había que hacer goles, para hacer goles teníamos que generar peligro, pero para generar peligro nos faltaban espacios. O al menos eso creímos.
Cuando un equipo plantea un cerrojo defensivo achicando los espacios, hay dos caminos posibles para quebrarlo: El primero es abrir la cancha para generar desbordes y aperturas de la defensa rival. El otro es probar con disparos desde fuera del área.
Y nosotros pensamos en probar ambas cosas.
Con el retorno a las canchas de Rodrigo Silva teníamos garantías. El ingreso de ese jugador nos daba la posibilidad de generar peligro desde media y larga distancia.
Y por suerte Rodrigo Silva no falló. Todo el equipo se encargó de encerrar al rival en su mitad de campo, convirtiendo a Ferreyra en un espectador de lujo del partido, mientras con su dominio de pelota parada Silva nos daba algo en que creer. Pero los minutos iban transcurriendo, nuestros desbordes no prosperaban, nuestras jugadas de ataque eran estériles, los jugadores iban perdiendo la ilusión y la paciencia.
Y aunque éramos superiores no lográbamos aprovechar nuestros momentos. Hasta el juez (Que de impartir justicia no entendía nada) provocaba ansiedad en nosotros con sus polémicos fallos. Los minutos pasaban y no anotábamos. Un mano a mano de Barrionuevo luego de una gran habilitación de Chavez parecía darnos el empate, pero ni de ese modo hubo gol. Todo parecía perdido. Ni el frío de Matteis podía mantener la calma ante esta situación, y comenzó a pelearse con el árbitro para que no sean sus compañeros los que descarguen su impotencia con el desastroso referí.
El deporte en todas sus variantes tiene dos clases de jugadores. Están aquellos que aman ganar y aquellos que odian perder. Y Los Pibes Corvina están en este segundo grupo.
Y fue gracias a ese espíritu de lucha que supimos aprovechar nuestro momento en el partido.
Rodrigo "Toti" Silva envió un centro preciso al corazón del área y en medio del tumulto, de las 16 cabezas que buscaron la pelota, se destacó la de Chavez. Ese jugador que pelea todas las pelotas como si fueran la última. El grito de su hijo desde la tribuna era la confirmación de que Chavez nos había dado el empate.
Y fue él mismo quien envió un centro desde la izquierda, luego de asociarse con Requejo, para que Sanchez nos diera el triunfo. Pero el cabezazo pasó apenas desviado, aunque fue una señal. De estar desesperados y ansiosos pasamos a estar entusiasmados. podíamos conseguir la victoria. Aunque faltaran 4 minutos.
Y en esos minutos de descuento Chavez volvió a marcar la diferencia y encontró en Silva al socio adecuado para el gol del triunfo. Un nuevo centro desde la izquierda al corazón del área rival que Silva supo impactar de aire, no del todo correctamente pero sí de manera efectiva. La pelota "mordida" picó delante del arquero rival y entró al ángulo donde ya nadie podría quitarla.
Gol de Silva, gol que gritamos todos, gol que premiaba al equipo que intentó buscar el triunfo por todas las vías.
Los Pibes Corvina no nos dimos por vencidos nunca. Superamos al rival, al réferi y a nosotros mismos hasta llegar a la victoria. Victoria que nos da los 3 puntos y nos deja en la cima del torneo Clausura 2010, nuestro gran objetivo.
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